Entré en casa con las llaves. Al cerrar la puerta la vi allí, en mitad del pasillo, desnuda, de rodillas y con la cara pegada al suelo, parecía un ovillo. Aún se le notaba en la espalda las marcas de la paliza que el otro día le propinó mamá con la correa. Mamá está últimamente muy irritable y no le pasa ni una. A la pobre cachifa se la ve muy nerviosa, como con mucho miedo. Cerré la puerta con cuidado. "¿Es ésta la cachifa de la que me has hablado? ¿De verdad es como una esclava? – me interrogó Laura, mi mejor amiga y a quien no había podido resistir contarle que teníamos una cachifa en casa." "Sí, es ésta. Ya lo verás." Me acerqué con parsimonia, haciendo que los pequeños tacones de mis escarpines del colegio sonaran contra las relucientes baldosas. Me detuve justo frente a la cabeza de mi cachifa. Laura se puso a mi lado, un poco apartada, mirando expectante. La cachifa levantó lo justo la cabeza y sin mirarme a la cara me besó los zapatos. Yo dejé caer mis libros sobre su cabeza y la delgada chaquetilla azul marino que formaba parte del uniforme del colegio y que se posó sobre su cabeza. "Prepáranos la merienda, y date prisa si no quieres llevarte una paliza – le ordené al tiempo que pasaba sobre su espalda pisándosela y me dirigía al salón." Laura me siguió. No le veía la cara pero sabía que estaba atónita ante mi exhibición de poder. Nos acomodamos en los sillones del salón y al cabo de diez minutos entraba Mamona. Laura no dejaba mirar el cuerpo desnudo de la cachifa. Tenia 50 años,algo
obesa,pero bien proprcionada, lo normal de su edad. .Vestia corto delantal y una faldita plisada,,con hilo.Su miembro lo habIamos atado,para que no se mostrara, En su desnuda piel podían verse marcas muy evidentes, de correazos, de quemaduras producidas con un cigarrillo, de golpes dados con objetos contundentes, como por ejemplo con el tacón de aguja de un zapato de salón. Laura no daba crédito a lo que veía. Mamona se arrodilló entre ambas con la bandeja en la mano. Yo miré mi reloj con gesto de fastidio. "Sácame un zapato, esclava – le dije a mamona." "Sí, señorita Blanca – dijo haciendo intención de dejar la pesada bandeja sobre la mesita de centro." "Quién te ha dado permiso para dejar la bandeja. Sácame el zapato, esa ha sido mi orden." "Sí señorita Blanca, perdóneme señorita Blanca." Mamona hizo verdaderos esfuerzos y equilibrios para sostener la pesada bandeja con una sola mano mientras que con la otra, casi a tientas, intentaba sacarme el zapato del pie que mantenía cruzado sobre una pierna, balanceándolo lentamente y sin facilitarle para nada la labor. La mucama lo consiguió y me lo tendió. "Baja la mirada... no me mires, idiota... – le ladré mientras ya sostenía mi propio zapato entre las manos, pasándomelo de una a la otra y dandome golpecitos con el tacón en la palma." "Perdón señorita Blanca, no volverá a ocurrir." "Has tardado demasiado en traernos la merienda y me has mirado a la cara sin permiso. Acerca un poco la cara, para que pueda pegarte." ¡TOOOOOOOCCCCCCC! ¡TOOOOOOOCCCCCCC! – sonaron los dos taconazos que le solté en la cara, uno en la frente y el otro en un pómulo.
El alarido que soltó Mamona heló la sangre de mi amiga Laura, que no por ello dejó de poner cara de morbo ante lo que veía. Mamona, tras los dos taconazos se puso a llorar, como una niña pequeña. La bandeja había temblado en su precario equilibrio pero se mantenía en su sitio. "Ya puedes ponerme el zapato." "Sí señorita Blanca, gracias por corregirme señorita Blanca." "Increible, te juro que me lo contabas y no me lo creía, me decía, mi amiga está loca, se lo inventa. Que tremendo!... qué fuerte – babeó Laura mientras la pobre cachifa intentaba calzarme el zapato manteniendo la bandeja con una sola mano." Cuando terminó se puso en medio de los dos sillones y con las dos manos sujetó la bandeja para que Laura y yo comiéramos. Había de todo, tacos de jamón, de queso, tostadas de pan, refrescos de cola, snacks de todo tipo, aceitunas... en fin... aquella bandeja debía pesar lo suyo y estuvo cerca de media hora sosteniéndola a pulso mientras Laura y yo comíamos con verdadero apetito. "Recoge las cosas y vuelve inmediatamente – le ordené a la cachifa." Mamona se levantó y se llevó la bandeja. En el suelo, a nuestros pies había multitud de restos de comida, trozos de pan, de queso, patatas fritas... un poco de todo. Mi sirvienta regresó un minuto después y se arrodilló a mis pies. "¿Has visto cómo has dejado el suelo? Sucia, que eres una sucia... cochina... eso es lo que eres, una perra. Venga, límpialo todo, deprisa... – hice una breve pausa para añadir – ...con la lengua." Los ojos de Laura no se daban tregua. Miraba sin acabar de creerse lo que veía y en su rostro había una luminosidad especial. La conocio mama por chat,un dia,explorando los nicks, y supo que era un sumiso,maduro,que serviria de juguete y pedia ser entrenado como sirvienta. Poco a poco lo fue llevando hasta convertirlo en una humillada cachifa, y cuando tuvo la certeza de tenerla muy entregada,la llevo a la casa.
Yo sabía que mamà había tenido algunos escarceos y algunas aventurillas de tipo lésbico y a mí eso me divertía en lugar de escandalizarme. El día que trajo a casa me dijo que debia llamarla mamona que nos serviría en casa como doncella, como mucama "full time". Luego averigué porque la llamaba mamona... . Mamá se comportaba como una auténtica déspota y la cachifa cada vez se la veía más sumisa. Un par de semanas después de que se viniera a vivir a casa descubrí el pequeño secreto de mamá y Mamona. Una tarde que no tenía clase y mamá no lo sabía, regresé a casa antes de la hora habitual. Entré con mis llaves, siempre llamo pero ese día no lo hice. La puerta de la habitación de mamá estaba entornada. "De rodillas, puta... vas a limpiarme las botas con la lengua, sucia cachifa... vas a aprender a obedecer las órdenes de tu ama, esclava... – oí claramente la voz de mamá." Me acerqué sin hacer ruido y miré por el resquicio de la puerta. Mamá estaba desnuda, sólo calzaba unas altas botas negras hasta las rodillas. En la mano tenía un látigo de una sola tralla, largo y flexible, como una negra serpiente. Mamona estaba arrodillada a sus pies y le pasaba la lengua por las botas. De vez en cuando un látigazo en la espalda. Me quedé pasmada. Cuando le expliqué a mamá que sabía lo que hacían ella y la cachifa no se lo recriminé, sencillamente le dije que yo también quería gozar de tener una esclava. Desde ese día mamona es nuestra esclava y a la muy puta además le gusta.Al comienzo,la veia aun como hombre,pero ya me acostumbè a verla como cachifa,sirvienta y nunca pensaria en ella como un real hombre. Mamona recogió del suelo los restos de la merienda, con la lengua. Estuvo un buen rato, hasta que no quedó ni una miga en el suelo. "Uhm,,, Blanca, qué fuerte... no sé qué decir..." "Pues eso no es todo – le contesté – espera y verás..." Mamona había dado por terminada la recolección de migas del suelo y se había quedado de rodillas en el suelo, hecha un ovillo. Yo seguía teniendo las piernas cruzadas y uno de mis pies lo balanceaba ligeramente. El escarpín se aguantaba en mis dedos y danzaba al ritmo del movimiento de mi pie.
"Te parece que mis zapatos brillan lo suficiente, puta?" Mamona se incorporó lo justo para acercar su cara a mis pies. Sin mirarme negó con la cabeza. "Cómo tienes que contestarme?" "No están bastante brillantes, señorita Blanca, perdóneme señorita Blanca." "Descálzame el zapato y dámelo – le ordené." "Oh... no... no... señorita Blanca... se lo suplico... con el zapato no..." "Calla cachifa... quién te ha dado permiso para hablar. Dame el zapato. Pensaba pegarte tres taconazos, ahora serán cinco." Mamona calló. Gimoteó casi en silencio y tras descalzarme el zapato que colgaba de mi pie me lo tendió. Acto seguido se incorporó sobre sus rodillas y tras poner las manos a la espalda acercó la cara a mí cuanto pudo. Tomé mi propio escarpín por la suela y el empeine y le pegué con el tacón en la frente. Mamona rompió a llorar. "No me mires a la cara, idiota... cómo tengo que decírtelo. Acerca más la cara." De nuevo le solté un taconazo. Esta vez le pegué en el mismo pómulo sobre el que hacía media hora le había pegado. El alarido de Tatiana fue muy agudo. Volví a pegarle, ahora en el otro pómulo. La cachifa lloraba y gritaba desesperada. Seguí golpeándola espaciadamente hasta que terminé de darle los cinco taconazos más uno por haberme mirado sin permiso. Cuando terminé la esclava lloraba amargamente. Arrojé el zapato al suelo. "Vuelve a ponérmelo y comienza a limpiarme los zapatos – le ordené."
"Por favor, Blanca... dime cómo has conseguido este imbecil... dímelo..." En breves palabras le expliqué la breve historia de Mamona y mi madre, de cómo descubrí su secreto y de cómo me inmiscuí en la relación mientras Mamona, arrodillada a mis pies, me pasaba la lengua una y otra vez por los escarpines. El zapato que colgaba de los dedos de mi pie fue el que más le costó de limpiar ya que al pasar la lengua por él lo empujaba y el zapato se movía. No podía caérsele so pena de ser nuevamente castigada. "Ahora ve a preguntarle a la señorita Laura si quiere que le limpies los zapatos, apurate perra, a qué esperas – le dije cuando terminó de abrillantarme los míos." Mamona reptó hasta donde estaba sentada Laura. Sin mirarla, arrodillada a sus pies, le hizo la pregunta. "Perdóneme señorita Laura, querría la señorita Laura que le abrillantara los zapatos?" Laura no dudó ni un segundo. Contemplamos ambas cómo mamona le lamía con devoción los escarpines de salón de mi amiga. Me encantaba tener sometida a la cachifa. Dos niñatas, de apenas 15 años recién cumplidos, humillando a una sirvienta de 50. Me volvía loca. Cuando Mamona terminó de limpiarle los zapatos a mi amiga decidí enseñarle a ésta las fotos de este pasado verano. Nos fuimos solas a mi habitación. Sentadas en mi cama comenzamos a mirar fotos y más fotos. Nos reíamos de los chicos que había conocido en vavcaciones y nos explicamos nuestras aventurillas. A mí me gustaba Laura. Poco a poco me fui acercando a ella hasta rozar mi mejilla con la suya. En un movimiento rápido giré el rostro y rocé sus labios con los míos. Laura me miró alucinada. Yo esperaba una reacción violenta. Seguro que había ido demasiado lejos, pero no. Laura se pasó la lengua por los labios y me sonrió. Volvió a apoyar su mejilla contra la mía y seguimos mirando el álbum de fotos.Casi sin disimulo apoyé mi mano más cercana a ella sobre su muslo. Laura no dijo nada, ni hizo ademán de que la molestara. Con extrema lentitud pero de manera harto evidente fui subiendo la mano por su muslo, apartando a mi paso la falda del uniforme del colegio hasta llegar a sus panties.. ¡Estaba húmeda! Dios mío, estaba
húmeda, le estaba gustando. Yo no tenía conciencia de ser lesbiana y creo que ella tampoco. "Te gustaria estar descalza? Estaríamos más cómodas... – le sugerí en un susurro." "Sí... buena idea." Cuando iba a descalzarse la detuve con un gesto de la mano y una sonrisa. "Espera amor mío – le dije mientras alargaba la mano para coger la campanilla que tenía encima de la mesilla de noche lo que me obligó a rozarle el pecho por encima del uniforme del colegio." Toqué la campanilla y comencé a desabrocharle la blusa blanca. Laura se medio recostó sobre la almohada. Entró Mamona de rodillas. "Descálzanos – le ordené sin mirarla, entretenida como estaba en ir desabrochando los botones de su camisa." Mamona nos sacó los zapatos y se quedó con ellos entre las manos, arrodillada y con la cabeza gacha. Laura ya estaba totalmente estirada sobre la cama y yo casi estaba encima de ella. Mi mano accedió a su pecho. Era firme, terso, cálido. Agaché un poco la cabeza hasta que mis labios encontraron los suyos entreabiertos. Nuestras lenguas comenzaron a buscarse. La besé dulcemente sin dejar de amasarle un pecho, luego el otro pecho y más encuentros de labios y lenguas. Separé ligeramente los labios de su jugosa boca para dar una orden a mi esclava. "Mamona , lámenos los pies..." Me excitaba el contacto físico con mi amiga pero aún más lo hacía saber que Mamona tenía que estar oliendo nuestros pies que por haber pasado el día encerrados en los zapatos cerrados tenían que oler muy fuerte.
"No te olvides de pasar la lengua entre los dedos de los pies, perra – le dije a Mamona mientras miraba a los ojos de Laura que parecía transportada al séptimo cielo." Poco a poco empezamos a tocarnos por todo el cuerpo. La una a la otra nos arrancamos las molestas ropas que nos impedían disfrutar de nuestras jóvenes carnes. Acabamos hechas un amasijo, apareadas buscando con nuestras lenguas los flujos y humores del cuerpo de la otra. Mamona , que seguía sosteniendo en las manos nuestros zapatos se las veía y deseaba para poder seguir lamiendo nuestros pies ya que no parábamos de movernos en busca de la postura con la que mayor placer pudiéramos obtener la una de la otra. Terminamos gritando, sudando y fundidas mientras un único y conjunto orgasmo nos arrebató a ambas hasta el último aliento. Ambas acabamos estiradas una al lado de la otra, boca arriba a lo largo de la ancha cama. Ahora sí Mamona podía lamer nuestros pies sin necesidad de ir de un lado para otro. "Prepáranos el baño – le ordené a Mamona cuando me hube recuperado del ardor del orgasmo." Cuando la rusa vino a comunicarnos que el baño estaba listo nos fuimos descalzas. Al llegar al aseo y ver la bañera llena de agua con espuma me entraron ganas de mear. "Al suelo, esclava... boca arriba – le ordené a Mamona ." Le puse un pie a cada lado de la cara y me acuclillé. "Abre bien la boca." "Qué vas a hacer, Blanca? – me preguntó llevándose una mano a la boca." "Orinar, qué crees que voy a hacer en esa posición... – me reí, y añadí – Creo que mamá ya lo ha hecho..."
Laura bajó la tapa del inodoro y se sentó para observar. Yo bajé un poco más mi húmeda cuca y tras esperar unos segundos empezó a salir un poderoso chorro de orina que en un principio se estrelló contra cualquier punto de su rostro menos dentro de la boca. Tuve que moverme un poco para que el surtidor penetrara en su boca. El ruido sordo de la orina llenándole el buche me hizo saber que la dirección era la correcta. Cuando por el mismo ruido supe que le había llenado la boca, cerrando el esfínter corté la meada. Oí el ruido del traguear de la cachifa. "Aún no domina ir tragando mientras voy meando y por eso paro un momento – le expliqué a Laura que estaba totalmente alucinada." Cuando me pareció que le había dado tiempo suficiente volví a aflojar el esfínter y de nuevo cayó la orina en su boca. Esta vez fue suficiente. Salía menos cantidad y con menor presión y casi pudo tragársela toda a medida que le iba llenando la boca. Me levanté finalmente de su cara y me metí en la bañera. "Mea antes de entrar en la bañera, ¿te parece, Laura?" Laura no se cortó. Hizo lo mismo que yo. Se acuclilló sobre el rostro de la esclava y le orinó en la boca. Mamona nos enjabonó lentamente todo el cuerpo mientras nosotras nos dedicábamos a tocarnos suavemente en los pechos, en el culo, en la vulva. Nos besamos de nuevo nos frotamos nuestros cuerpos mientras Tatiana no paraba de enjabonarnos. Fue un baño delicioso. Dos horas más tarde, después de que Mamona nos hubiera lavado, nos hubiera secado – hicimos que nos secara los pies con el largo cabello que mamá le permitía lucir – y nos vistiera, estábamos recostadas en el sofá, comentando lo que habíamos hecho, hablando para no sentirnos mal, para aceptar que lo que habíamos hecho había sido consecuencia de nuestros propios deseos. Estábamos muy juntas, nuestras manos entrelazadas, las piernas estiradas y los pies desnudos apoyados sobre la espalda de Mamona que estaba frente a nosotros a cuatro patas con la cabeza apoyada en el suelo delante de nuestros zapatos. "Antes de irme – me dijo Laura – me gustaría una cosa..."
"Pídeme lo que quieras – le respondí." "Quiero que le hagas daño a la cachifa, en mi honor." "Eso es fácil – le dije." "Ya lo sé, pero quiero que sea mucho el dolor que sufra." "Cálzanos y ve a buscar el látigo con el que te azota mamá... – antes de que Mamona alcanzara de rodillas la puerta del salón añadí – ...y trae también las tijeras." El rostro de la cachifa demudó. Creo que hizo un movimiento con los labios, como para ir a suplicar, a protestar, pero se lo pensó mejor. Desapareció y al poco regresó con el látigo y con unas tijeras. Me levanté, tomé las tijeras que me ofrecía y se las di a Laura. Cogí el látigo y le hice una seña a Tatiana de que fuera a cogerse a los brazos de un sillón. Su cuerpo quedó medio doblado, ofreciéndome su espalda . La azoté con crueldad. Diez latigazos. A cada trallazo la serpiente de cuero destrozaba el aire haciéndolo silbar y al estrellarse contra su piel su carne se abría como una sandía madura salpicando su fruto rojo por todas partes. La esclava bramó con cada uno de los brutales latigazos. Cuando terminé la pobre estaba estirada en el suelo. Arrojé el látigo al suelo al restallar en la espalda de Mamona el décimo latigazo. Estaba un poco arrebolada por el esfuerzo. Laura había contemplado el cruel castigo embelesada. Me acerqué a ella para que me diera las tijeras. "Qué vas a hacer con las tijeras? – me preguntó." "Me has pedido mucho dolor. Ahora verás cómo va a gritar..." "No. No, por favor... es suficiente. Ni siquiera la has atado. Es conmovedora su absoluta entrega. No le hagas más daño. Estoy satisfecha..."